"Bodegón con cesta y calabaza" Van der Hamen, 1629 |
La calabaza, y el resto de
cucurbitáceas, llegó a Europa desde la Indias (América) y llegaron
para quedarse. La facilidad de su cultivo debió favorecer una
temprana expansión, pues ya Leonardo da Vinci las cita en una nota
de sus apuntes de cocina, en el famoso Codex Romanoff nos dice sobre
ellas
“Cuando en el verano está aún joven y tierna, antes de que se torne en la cosa monstruosa e hinchada en la que puede transformarse (y yo he visto con mis propios ojos algunas que medían 3m de longitud), ha de ser pelada y cortada en largas rodajas que se secan al sol y luego pueden usarse como alimento o como adorno para las mesas en invierno”
Supongo que Leonardo se refiere aquí a los calabacines, de todas formas no era todavía muy amplia opción culinaria de la calabaza, con lo que probablemente, si hubiera probado esta receta que le dedicamos la habría incluído en su “códice” (además, al parecer era vegetariano... le habría venido de maravilla)
Va por Leonardo...
Una calabaza
Una cucharada de cúrcuma
Cuatro cayenas molidas
Una cucharadita (de café) de pimienta
Una cucharada de canela molida
Una cucharadita (de café) de sal
Ralladura de piel de naranja
Medio vaso de aceite de oliva
Encendemos el horno a 200º y, mientras
éste se calienta, en un bol mezclamos las especias con la sal y el
aceite.
Cortamos la calabaza longitudinalmente
en “rajas”, como si fuese un melón. Reservamos las semillas, que
podemos guardar bien lavadas y secas para otras recetas o para
tostarlas con un poquito de sal. Colocamos las prociones de calabaza
en la bandeja del horno.
Armados con un pincel, y con todo el
arte de Leonardo, pintamos a conciencia la calabaza con el aceite
especiado, le damos varias capas, y podremos apreciar cómo la técnica
pictórica de la veladura, que tanto se desarrolló en el
Renacimiento especialmente a partir de la difusión del óleo, es
aplicable a la coquinaria... seguro que el de Vinci lo tuvo en
cuenta. A lo que íbamos, pintamos la calabaza hasta terminar con el
aceite y, si el horno ya ha alcanzado la temperatura marcada, metemos la calabaza y la dejamos cocer hasta que esté tierna.
Servimos caliente, templado o a
temperatura ambiente... a mí me gusta calentita pero sin quemar,
espovoreadas con ralladura de naranja. El dulce de la calabaza
revestido del aroma de la cúrcuma y la canela, el acento colorista
de la pimienta y la expresión de las cayenas convierten este plato,
tan sencillo de preparar, en una obra digna de la mesa más exigente.
Incluso si nuestro paladar no es amigo
de los sabores picantes, puede prepararse con una combinación de
especias más suave, aquí ya entra el gusto de cada uno y la emoción
de ir probando.
Pues no me gusta
ResponderEliminarpero ¿ya la has probado?... ;-)
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