miércoles, 30 de julio de 2014

Grissini di Torino




         Pensaba que no llegaba a tiempo porque no recordaba la fecha tope que nos proponía “Bake the World”  para tener listos los deliciosos palitos de pan que en Italia y gran parte del universo se conocen como grisines y que tienen diversas variantes en numerosas cocinas. Pues en esto andaba yo, echando un vistazo a las diferentes recetas que circulan por la red y por los libros, haciéndoseme la boca agua, porque siempre me han gustado, especialmente los artesanos, pero nunca  había decidido  ponerme manos a la obra,  así que nada mejor que una calurosa tarde de sábado para darle marcha al horno y amasa y amasar y rodar y rodar y… sudar y sudar.  Primera conclusión: hay cosas que mejor hacer en invierno. Pero después de todo esto, cuando ya tienes los grissini en la mesa, y con toda la parafernalia fotográfica, y los pruebas  llegas a la segunda conclusión:  “¿calor?, bah! A estas alturas ya no hay calor que acobarde y menos aún si se trata de grissini”. Además tienen historia.



No es difícil situarse en la Torino del XVII, sobre todo si somos capaces de dejarnos seducir por la obra que el duque Carlo Emanuele II encargó para dar a conocer su precioso y preciado ducado, y el “nivelazo” que habían alcanzado, al resto del mundo. Así podemos comenzar nuestro viaje al Turín de los primeros grissini con el “Theatrum Statuum Sabaudiae”  en la mochila y cualquiera de sus fantásticos planos y vistas de la ciudad.  Y ya ubicados vamos a saborear nuestros grissini como debió de hacerlo Vittorio Amadeo II de Saboya cuando por indicación de su médico el panadero de la corte creó unos palitos de pan que pudiese comer aquel duque de delicado estómago al que sentaba mal la miga del pan… todo fueron parabienes, el duque ya tenía su pan, se conservaban bien por más tiempo y Napoleón se encargó de extender su fama. Y así hasta hoy, todos encantados con estos palitos que alegran cualquier mesa  y acompañan muy dignamente aperitivos, comidas, cenas, brunch...



            Yo traigo la receta de la Academia Barilla porque es la que se ha cruzado con más decisión en mi camino, y os la cuento en versión tradicional y versión Thermomix, con lo que éste es el primer post doble formato del Klibanos y contenta que me he quedado. Día de estreno total.








Ingredientes:



600 g de harina de trigo todo uso
100 g de harina de fuerza
7 cl de aceite de oliva virgen extra
15 g de sal
25 g de levadura fresca de panadería
32 cl de agua





Preparación:


Tamizar la harina y mezclarla con la levadura desmenuzada y el aceite. Ir añadiendo el agua con la sal y mezclar hasta obtener una masa que amasaremos durante 10 o 15 minutos.
Dividimos las masa en 24 porciones y las dejamos fermentar, cubiertas con un paño o film plástico de cocina en un lugar cálido, entre 30 minutos y una hora.
Calentamos el horno a 180ºC. espolvoreamos harina sobre la mesa en la que vayamos a trabajar y estiramos cada porción haciéndola rodar hasta que tenga unos 40-50 cm de longitud. Vamos colocando nuestros grisines sobre la bandeja del horno cubierta con papel de cocina y, cuando la tengamos llena, pincelamos o pulverizamos con una emulsión de agua y aceite de oliva (1:1);  horneamos hasta que adquieran un bonito color dorado rojizo (un mínimo de 8 minutos y hasta unos 20, eso ya depende de la humedad y el grosor de nuestros grissines)



Para elaborar la masa en Thermomix (TM31)

600 g de harina para todo uso
100 g de harina de fuerza
70 g de aceite de oliva virgen extra
15 g de sal
25 g de levadura prensada
320 g. de agua


Colocamos en el vaso la harina y la levadura y tamizamos 30 segundos/vel 10.
Añadimos la sal, el aceite y el agua y mezclamos 15 segundos/vel 5.
Ponemos en posición de vaso cerrado y programamos 10 minutos/ amasar (espiga)
Una vez terminado el tiempo sacamos la masa del vaso, formamos una bola y dividimos en 24 porciones que dejaremos fermentar entre media hora y una hora, cubiertas con un paño y en sitio cálido.
Calentamos el horno a 180ºC. espolvoreamos harina sobre la mesa en la que vayamos a trabajar y estiramos cada porción haciéndola rodar hasta que tenga unos 40-50 cm de longitud. Vamos colocando nuestros grisines sobre la bandeja del horno cubierta con papel de cocina y, cuando la tengamos llena, pincelamos o pulverizamos con una emulsión de agua y aceite de oliva (1:1);  horneamos hasta que adquieran un bonito color dorado rojizo (un mínimo de 8 minutos y hasta unos 20, eso ya depende de la humedad y el grosor de nuestros grissini)





Estos son los originales, pero las variantes llegarán de la mano de nuestra imaginación, gustos o inspiración… yo he hecho ocho tradicionales, pero luego el resto de las porciones las he dividido en dos para obtener unos grissini más estrechos y unos los he puesto con cebolla frita, otros con tomillo y con los otros he iniciado una pequeña búsqueda que perfeccionaré poco a poco, así que no lo cuento pero lo contaré en cuanto equilibre bien las proporciones (no tardaré porque estarán buenísimos, ya lo estaban hoy, jejejeje)


3 comentarios:

  1. Yo he puesto romero y tomillo, me han encantado. Pero probaré con otros tipos de semillas, sin dudarlo, esto es un vicio!

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  2. Te han quedado perfectos!!! La verdad es que cuando el calor aprieta no apetece andar en la cocina amasando y con el horno encendido, pero creo que cuando se trata de disfrutar de uan buena receta es lo de menos, total ya estamos pasando mucho calor, así que un poquito más no importa ¿verdad?
    Me han gustado mucho y las verdad es que son tentadores.

    Un besito,

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  3. Una entrada perfecta!!! Como tus grisines!!!
    Saludos,
    Olga

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