jueves, 20 de noviembre de 2014

Aceite de oliva con chocolate








            Pues llegó el día del aceite, en el Somontano ya se termina la recogida de las olivas y nos enorgullecemos de producir aceites de gran calidad, así que no vamos a perder la ocasión y os recomendamos que los probéis (ya veo que tendré que publicar un pequeño reportaje sobre nuestras almazaras)... Y si terminar con la recogida puede ser motivo de celebración no pienso dejar pasar la ocasión de traeros un aceite delicioso, ya no por su calidad en sí, sino por su aromatización, que no deja indiferente a nadie y estimula la imaginación coquinaria y culinaria hasta lo insospechado... ¿Qué tal si en los comentarios dejáis las sugerencias que se os ocurran para disfrutar de nuestro aceite de oliva con chocolate?





Ingredientes:

25 g de chocolate negro fondant
Medio litro de aceite de oliva virgen extra
    (o cuarto de AOVE y cuarto de oliva suave, si no gusta tan fuerte...Aunque yo        prefiero que sepa bien a oliva)


Preparación tradicional:

            Con un rallador, picadora o molinillo rallamos o pulverizamos el chocolate y lo ponemos en un cazo junto con el aceite a fuego moderado, entre 55 y 70 grados, que coja temperatura suficiente para fundir el chocolate y facilitar su emulsión con el aceite. Vamos dando vueltas sin parar, con una chuchara de madera, durante unos 7 u 8 minutos y terminamos emulsionando bien la mezcla con unas varillas o con la batidora eléctrica o 'turmix'. Envasamos y dejamos enfriar. Habrá que agitar bien la botella antes de usar pues el chocolate se asola.





Preparación en Thermomix:

Colocar en el vaso bien seco los 25 g de chocolate en trozos y rallar con varios golpes de turbo.
Bajar de las paredes con la espátula el polvillo de chocolate y añadir 500 g de aceite de oliva y programar 5 minutos/60*/vel 3. Al terminar ponemos 10 segundos a velocidad 4 sin temperatura. Envasamos.



miércoles, 19 de noviembre de 2014

Minicakes de calabacín con crema de quesos y nueces.



     





      Después de tantos y tantos días sin publicar retomo la marcha con una receta ligeramente especial: una receta sin gluten. No tiene ningún misterio, acaso una pequeñísima historia que la justifica enormemente pues no solo satisfará a los celíacos sino también a todos los que la prueben... Esta receta ha sido un pequeño reto, no hay celíacos en casa pero sí cerca y la proximidad del "Taller de cocina sin gluten en Thermomix" requería el esfuerzo así que aquí está mi aportación: unos minicakes salados de calabacín con crema de quesos y nueces.

(Publico el post de momento sólo para Thermomix, en cuanto tenga un rato la redactaré para cocina tradicional y editaré)




Ingredientes:

120 g. de calabacín
30 g. de vino blanco
4 huevos
200 g. de aceite de girasol
200 g. de harina sin gluten
          (he usado el preparado panificable de Baiker)
1 sobre de levadura química sin gluten
1 pellizco de sal
100 g. de queso azul
100 g. de mozarella
20 g. de nueces picadas.






Preparación (en Thermomix)

Colocamos en el vaso el trozo de calabacín, el vino blanco y los huevos y programamos 1 minuto / 37 * / vel 5. Después 2 minutos / vel 5 (sin temperatura). Añadimos el aceite y programamos 15 segundos / vel 5.
Incorporamos al vaso la harina, la levadura y el pellizco de sal y mezclamos 8 seg / vel 6.

Con esta masa  rellenamos 3/4 de los moldes de minicakes (o de magdalenas) y dejamos reposar en frío 30 minutos.

Precalentamos el horno a 180* y, pasado el reposo de la masa, cocemos los minicakes unos  20 minutos a 180* a media altura. Retiramos del horno, dejamos entibiar en los moldes y después los sacamos y dejamos enfriar sobre uns rejilla.

Mientras se hornean los minicakes preparamos la crema de relleno colocando los dos quesos en el vaso limpio junto con la mitad de las nueces picadas y programando 4 minutos / 40* / vel 1.

Una vez fríos los minicakes con un cuchillo practicamos un corte profundo pero que no llegue al fondo ni a los extremos y, con la crema de queso en una manga pastelera con boquilla lisa, rellenamos los minicakes. Luego espolvoreamos por encima con el resto de las nueces picadas. Si los acompañamos con un buen vino serán un aperitivo perfecto.

También podemos hacer unos cakes de tamaño mediano (molde de 20x10) y cortar rebanadas sobre las que poner la crema de queso y nueces.


jueves, 7 de agosto de 2014

El Caribe en la tostada... ¡Mermelada de Mojito!

 



          
       

             Siglo XVI, piratas, el Caribe… ¿alguien sabe qué hacía el temido sir Francis Drake mientras contaba el oro del último botín? 
Pues saborear un “Draquecito”,  uno de esos que inventó su mano derecha,  Richard Drake para refrescarle la boca y el ánimo tras los marítimos asaltos y escaramuzas para hacerse con el oro español.


      Y si saltamos cuatro siglos y seguimos  en el Caribe encontraremos a Hemingway  en la Bodeguita del Medio… con un descendiente directo del Draquecito entre las manos, el Mojito, que ahora ya en el siglo XXI sigue refrescando bocas y ánimos.


      Bueno, no vengo a dejar una más de las innumerables recetas de mojito que giran y giran, como el mundo, por  publicaciones de lo más variadas, aunque después de darme unos buenos paseos por ellas, creo que probaría unas cuantas. Vengo a empujaros a la cocina, y a que encendáis el fuego, aunque si aún hace calor para darle al fuego podéis dejarlo para el mes próximo o para el otoño, o el invierno, o cuando queráis, estoy segura de que siempre os apetecerá  tener… ¡mermelada de Mojito!, porque una vez que se prueba, incluso los menos mermeladeros, no pueden resistirse a ella.






Ingredientes

2 limas bien lavadas
175 ml de agua
175 ml de gaseosa, Sprite, 7Up o sifón
50 g de ron añejo
400 ml de agua mineral o filtrada
1 cucharadas de hierbabuena picada
600 g de azúcar blanco


Preparación

Exprimimos las tres limas y ponemos el zumo en una cazuela de fondo grueso, agregamos las cáscaras de las limas troceadas  (podemos picarlas con el cuchillo o con unos golpes de picadora, que queden trocitos como de medio centrímetro) . Añadimos el resto de los ingredientes y llevamos a ebullición, dejando cocer justo en el punto en el que se mantiene el hervor, destapado, durante 60 a 90 minutos. Mientras, vamos espumando la mermelada, retirando la espumilla que se va haciendo con cuidado de no llevarnos la hierbabuena o los trocitos de cáscara de lima. Una vez que la mermelada ha alcanzado su punto la repartimos en tarritos esterilizados, cerramos y ponemos boca abajo hasta que estén totalmente fríos.



En Thermomix

Ingredientes

2 limas bien lavadas
170 g de agua
170 g de gaseosa, Sprite, 7Up o sifón
50 g de ron añejo
400 g de agua filtrada
1 cucharadas de hierbabuena picada
600 g de azúcar blanco

Preparación
Ponemos las tres limas en el vaso,  llevamos el selector de velocidad a posición “Vaso cerrado” y damos tres golpes de Turbo.
Incorporamos al vaso el resto de los ingredientes, pero reservando 200 g del azúcar (echamos 400 g de azúcar) y programamos 30 minutos, a 100º y velocidad 2.
Recogemos lo que  se ha pegado por las paredes y tapa del vaso y lo devolvemos al líquido junto con el resto del azúcar. Programamos 30 minutos, 100 º, velocidad 1, sin cubilete.
Volvemos a recoger si se ha salido algo por arriba y programamos otros 15-30 minutos, Varoma, velocidad 1, sin cubilete.



Con estos tiempos (total de 90 minutos, como máximo) sale bastante espesa, como una gelatina, sería interesante ajustar los tiempos a nuestro gusto, controlar cómo queda fría después de la primera hora de cocción (sacando un poco a un pequeño recipiente con un baño maría frío para hacernos  una idea de la densidad que va ganando nuestra mermelada). A mí me ha quedado bien  así, he hecho una segunda mermelada combinando azúcar blanco con moreno y queda de un color tostado que le otorga un aire diferente. 

miércoles, 30 de julio de 2014

Grissini di Torino




         Pensaba que no llegaba a tiempo porque no recordaba la fecha tope que nos proponía “Bake the World”  para tener listos los deliciosos palitos de pan que en Italia y gran parte del universo se conocen como grisines y que tienen diversas variantes en numerosas cocinas. Pues en esto andaba yo, echando un vistazo a las diferentes recetas que circulan por la red y por los libros, haciéndoseme la boca agua, porque siempre me han gustado, especialmente los artesanos, pero nunca  había decidido  ponerme manos a la obra,  así que nada mejor que una calurosa tarde de sábado para darle marcha al horno y amasa y amasar y rodar y rodar y… sudar y sudar.  Primera conclusión: hay cosas que mejor hacer en invierno. Pero después de todo esto, cuando ya tienes los grissini en la mesa, y con toda la parafernalia fotográfica, y los pruebas  llegas a la segunda conclusión:  “¿calor?, bah! A estas alturas ya no hay calor que acobarde y menos aún si se trata de grissini”. Además tienen historia.



No es difícil situarse en la Torino del XVII, sobre todo si somos capaces de dejarnos seducir por la obra que el duque Carlo Emanuele II encargó para dar a conocer su precioso y preciado ducado, y el “nivelazo” que habían alcanzado, al resto del mundo. Así podemos comenzar nuestro viaje al Turín de los primeros grissini con el “Theatrum Statuum Sabaudiae”  en la mochila y cualquiera de sus fantásticos planos y vistas de la ciudad.  Y ya ubicados vamos a saborear nuestros grissini como debió de hacerlo Vittorio Amadeo II de Saboya cuando por indicación de su médico el panadero de la corte creó unos palitos de pan que pudiese comer aquel duque de delicado estómago al que sentaba mal la miga del pan… todo fueron parabienes, el duque ya tenía su pan, se conservaban bien por más tiempo y Napoleón se encargó de extender su fama. Y así hasta hoy, todos encantados con estos palitos que alegran cualquier mesa  y acompañan muy dignamente aperitivos, comidas, cenas, brunch...



            Yo traigo la receta de la Academia Barilla porque es la que se ha cruzado con más decisión en mi camino, y os la cuento en versión tradicional y versión Thermomix, con lo que éste es el primer post doble formato del Klibanos y contenta que me he quedado. Día de estreno total.








Ingredientes:



600 g de harina de trigo todo uso
100 g de harina de fuerza
7 cl de aceite de oliva virgen extra
15 g de sal
25 g de levadura fresca de panadería
32 cl de agua





Preparación:


Tamizar la harina y mezclarla con la levadura desmenuzada y el aceite. Ir añadiendo el agua con la sal y mezclar hasta obtener una masa que amasaremos durante 10 o 15 minutos.
Dividimos las masa en 24 porciones y las dejamos fermentar, cubiertas con un paño o film plástico de cocina en un lugar cálido, entre 30 minutos y una hora.
Calentamos el horno a 180ºC. espolvoreamos harina sobre la mesa en la que vayamos a trabajar y estiramos cada porción haciéndola rodar hasta que tenga unos 40-50 cm de longitud. Vamos colocando nuestros grisines sobre la bandeja del horno cubierta con papel de cocina y, cuando la tengamos llena, pincelamos o pulverizamos con una emulsión de agua y aceite de oliva (1:1);  horneamos hasta que adquieran un bonito color dorado rojizo (un mínimo de 8 minutos y hasta unos 20, eso ya depende de la humedad y el grosor de nuestros grissines)



Para elaborar la masa en Thermomix (TM31)

600 g de harina para todo uso
100 g de harina de fuerza
70 g de aceite de oliva virgen extra
15 g de sal
25 g de levadura prensada
320 g. de agua


Colocamos en el vaso la harina y la levadura y tamizamos 30 segundos/vel 10.
Añadimos la sal, el aceite y el agua y mezclamos 15 segundos/vel 5.
Ponemos en posición de vaso cerrado y programamos 10 minutos/ amasar (espiga)
Una vez terminado el tiempo sacamos la masa del vaso, formamos una bola y dividimos en 24 porciones que dejaremos fermentar entre media hora y una hora, cubiertas con un paño y en sitio cálido.
Calentamos el horno a 180ºC. espolvoreamos harina sobre la mesa en la que vayamos a trabajar y estiramos cada porción haciéndola rodar hasta que tenga unos 40-50 cm de longitud. Vamos colocando nuestros grisines sobre la bandeja del horno cubierta con papel de cocina y, cuando la tengamos llena, pincelamos o pulverizamos con una emulsión de agua y aceite de oliva (1:1);  horneamos hasta que adquieran un bonito color dorado rojizo (un mínimo de 8 minutos y hasta unos 20, eso ya depende de la humedad y el grosor de nuestros grissini)





Estos son los originales, pero las variantes llegarán de la mano de nuestra imaginación, gustos o inspiración… yo he hecho ocho tradicionales, pero luego el resto de las porciones las he dividido en dos para obtener unos grissini más estrechos y unos los he puesto con cebolla frita, otros con tomillo y con los otros he iniciado una pequeña búsqueda que perfeccionaré poco a poco, así que no lo cuento pero lo contaré en cuanto equilibre bien las proporciones (no tardaré porque estarán buenísimos, ya lo estaban hoy, jejejeje)


viernes, 25 de julio de 2014

Gazpacho de manzana, pepino y melón.





No sé si es de recibo pasar tantos días con la actividad en "reposo", suena a paradoja pero la cocina no ha parado aunque por diferentes circunstancias sí que lo han hecho las publicaciones, así que toca una pequeña disculpa y la correspondiente explicación: lo que sucede es que mi ordenador se quedó sumido en la más absoluta oscuridad, a la vez que el chiquitín de  la casa (note book) se quedaba obsoleto, o sea, pantalla en negro y XP definitivamente KO, a esto sumamos dos cursos más que interesantes, de esos que te absorben a tiempo completo y te dejan quince días fuera del mundo, y una novedad en mi cocina que se verá reflejada en El Klibanos pues pronto comenzaré a postear las recetas "al cuadrado", en modo tradicional y en modo Thermomix, jejeje... por algo el amigo Miguel la llama "la máquina infernal", pues te lleva al pecado con más asiduidad, si cabe.

Y para volver a meterme en faena llego con una sugerencia de Fernando, valiente cocinero doméstico y vegetariano imposible que, desde su montañés retiro del mundanal ruido, no deja de cazolear y de enviarme alguna que otra sugerencia para probar y opinar. Por ejemplo, fue el creador espontáneo del primer aliño de encurtidos que probé y que ajusté y estandaricé a mi gusto en la ensalada de garbanzos que subí esta primavera, así que voy a rendirle merecido homenaje con este gazpacho de hoy, para que se anime a probarlo ya que es una modificación de una receta que él encontró y degustó y disgustó ("era como un Tzatziki más líquido") y que yo he reversionado para que sea un entrante bien fresco, nutritivo y ligero para sobrellevar estos calores que nos ahogan. Probadlo y disfrutadlo cualquier día (o noche) de verano.



Ingredientes:

1 manzana verde (Granny Smith)
2 pepinos
1/4 de melón Piel de Sapo
1 o 2 dientes de ajo
150 g. de yogur griego
1 vaso de agua
10 o 12 cubitos de hielo
Aceite
Vinagre
Sal
Pimienta
Eneldo
1 rebanada grande de pan tostado y cortado en cubitos (opcional)
queso feta en dados un poco grandes (opcional)
Taquitos de pepino (opcional)



Preparación:

Lavamos bien la manzana y los pepinos pues irán con piel. Descorazonamos la manzana, descortezamos y despepitamos el melón y quitamos las puntas a los pepinos (si la piel de éstos es gruesa podemos pelarlos muy ligeramente, esto es al gusto, yo los dejo con toda la piel). Troceamos manzana, melón y pepinos y los ponemos junto con el ajo en el vaso de la batidora. Batimos bien, dejando triturar hasta que quede un puré lo más fino posible.  Ahora podemos pasarlo a un bol grande o sopera: si nos gusta grueso lo ponemos tal cual ha salido, si preferimos que quede fino añadimos ahora el vaso de agua y lo pasamos por un colador no muy fino y le ayudamos removiendo y presionando con el dorso de un cucharón para que sólo quede la fibra arriba y se "exprima" bien. Si lo hemos dejado grueso añadimos ahora, en el bol, el vaso de agua, el aceite, el vinagre, la sal y la pimienta y volvemos a batir, haciendo círculos con el brazo de la batidora para que se mezcle bien y se emulsione antes el aceite. Paramos, añadimos el yogur y mezclamos bien con la batidora a baja potencia, rectificamos de sal y agregamos los cubitos. Volvemos a mezclar bien, a baja potencia, con la batidora y cuando ya estén casi deshechos los cubitos de hielo lo guardamos en la nevera para servirlo bien frío.

En el momento de servir lo espolvoreamos con eneldo. También podemos presentarlos con unos tostones de pan o unos cubitos de pepino.
Yo corté unos dados de queso feta y los pasé por el eneldo los coloqué en boles individuales, pero no se ven en las fotos porque quedaron cubiertos por el gazpacho, aunque estar, lo que se dice estar, estaban. Y qué rico quedó. Tanto que como sobró un poco al día siguiente repetimos.


Pronto reeditaré el post para subir la receta para Thermomix,... tenedme paciencia.

lunes, 16 de junio de 2014

Yemas de Santa Teresa







            Me está resultando difícil iniciar esta entrada porque he fracasado en el intento de dar con historias curiosas que acompañen la receta de estas pequeñan delicias que son las Yemas de Santa Teresa, dulces, delicadamente fundentes, con texturas contrastadas y escamoteadoras... a nada que te descuidas desaparecen. Apenas una referencia a un posible origen andalusí que queda en el aire, sin más historia para pasar a evocarse una Ávila en la que adquirieron fama en tiempo de la santa, pero incluso eso está apenas sujeto con hilo de hilvanar, ni un atisbo de “certificación” documental hasta hace más de un siglo cuando ya comienzan a fabricarse y comercializarse en la pastelería abulense de Isabelo Sánchez. En fin, que consultados libros y webs, nos quedamos con que poco se sabe de su procedencia pero eso no ha de afectar a nuestro ánimo, pues estamos ante uno de los dulces más delicados y exquisitos de nuestra repostería tradicional, y aunque gran fama tienen las de Santa Teresa o de Ávila, en nada desmerecen las de San Leandro (Sevilla), las del canónigo (Burgos), de las capuchinas o las de Almazán (Soria)



            En cuanto al por qué de su presencia aquí sólo he de señalar que tras unos años sin catar ninguna decidí que ya iba siendo hora y aproveché la ocasión que me brindó el repetido ensayo de la Pavlova que quería llevarle a Ester por su cumpleaños (Ester es, junto con mi madre, la mayor fan del merengue que he conocido, además de sobrinarebeldesincausa), con lo cual el excedente de yemas requirió medidas de emergencia. Solución: satisfacer esos anhelos ocultos de yemas de Santa Teresa casi a cualquier hora. Y aprovechar que salieron genial para llevar unas poquitas para las chicas del café matinal, otras para mi dedicalibrosfavorito, otra para una cena bocatera casi improvisada y el resto para las chicas de casa, que somos cuatro devoradoras de laminerías de estas que aún ganan en aprecio, si cabe, por su poco frecuente presencia.

            Lo dicho, no son difíciles de preparar, sólo hay que prestarles un poco de atención y cogerles el punto de cocción. Los tiempos son aproximados pues varían ligeramente en función de la mano y fuegos con que contamos, pero esto es cuestión de ir probando y se les pierde el miedo enseguida. Cualquier duda o problema que os surja plantadlo en los comentarios e intentaré resolverlo.
Dejo el método tradicional pero, ahora que tengo la thermomix (máquina infernal donde las haya) probaré a hacerlas con ella la próxima vez, así que cuando eso suceda reeditaré y ampliaré la entrada.





Ingredientes

12 yemas
1 corteza de limón (una o dos tiras de cáscara sin la parte blanca)
1 ramita de canela
180 g de azúcar
135 g de agua
azúcar glass para espolvorear

Reservamos las yemas en una bol, las mezclamos para que se tompan bien las membranas que las contienen y preparamos un almíbar a punto de hebra -casi bola- (para esto en mi cocina son 14 minutos hirviendo a fuego medio contado a partir del momento en el que arranca el hervor). Apartamos del fuego. Pasamos las yemas a una cazuela pequeña baja a través de un colador y vertemos sobre ellas, sin parar de remover con un batidor de varillas, y también colándolo, el almíbar preparado, desde un poco alto para que se enfríe ligeramente al caer y nos nos cuaje las yemas. Llevamos a fuego medio, removiendo constantemente, sin parar hasta que la masa de yemas comience a despegarse de las paredes; no hemos de olvidar que no ha de hervir pues se nos cuajarían las yemas y estropearíamos la preparación.
Pasamos la masa un plato hondo o un recipiente bajo y dejamos enfriar, cuando esté a teperatura ambiente tapamos y psamos a la nevera, yo las dejo hasta el día siguiente. Una vez bien fría la masa de yemas espolvoreamos con asúcar glass la superficie de trabajo, tomamos un tercio de la masa y formamos un rollo haciéndola rodar con las manos. Cortamos porciones, boleamos con las palmas de las manos y las vamos colocando en pequeñas cápsulas de papel, Espolvorear con azúcar glass y conservar en las nevera en un recipiente con tape.

            Disfrutadlas a placer, que desaparecen rápidamente.







jueves, 12 de junio de 2014

Mazorcas doradas con especias.





Las mazorcas de maiz doradas en la barbacoa, plancha o sartén y servidas en el plato con buena dosis de mantequilla formaban parte de mi imaginario cinematográfico heredado de tardes frente al televisor o de la sesión continua en las salas de cine de mi más relajada adolescencia, es cierto que el maíz aparecía en nuestras ensaladas de vez en cuando, pero, a pesar de gustarnos, no era un ingrediente habitual en nuestra cocina, aunque sí que era visitante asiduo del microondas para salir de él transformado en palomitas, sobre todo cuando los sofás se preparaban para recibir a un pequeño batallón de jovencitas prestas y dispuestas a tarde o noche de cine. Bueno pues, llegó el momento, después de verlas en el estante del súper, cocidas y al vacío, etiquetadas como maíz no modificado y -todo hay que decirlo- tras un fallido intento casero de cocer y asar unas frescas que me pasó una amiga y que resultaron estar ya duras e incomestibles (lo de las risas después de horas de fuego es otro cantar) digo que llegó el momento de lanzarme a ellas: primero fue de la manera más sencilla, doraditas en la sartén, con un poquito de aceite y pimienta, y ya decidí que sí, que me gustaban, que son un plato sencillo, ligero y nutritivo, válido para resolver una comida o cena cuando hay poco tiempo para preparar... no había peros, pero había que variar un poco, pues nada como la diversidad. Así que un par de vueltas por internet, libros de cocina vegetariana, de cocina del mundo más allá de nuestras narices y ¡tachán! ya están aquí.



No podía faltar una leyenda, pues son muchas las que acompañan a esta planta y no sólo explican su nombre sino su gran valor en las culturas precolombinas. He elegido esta:

El maíz(abatí), ha sido considerado siempre por los indígenas como una bendición del cielo.
Bajo el golpe de una dura e intensa sequía, tras estériles rogativas, el rubichá (jefe de la tribu), tras un diálogo con los dioses, desveló el secreto:
-Tupá está enojado con sus hijos y por eso los castiga con el hambre, la sed y la muerte si no vuelven los ojos hacia Él...
El pueblo entero se arrepintió y cayó de rodillas, jurando amor y respeto a sus leyes. Pero el Rubichá continuó:
-Eso no basta. Para aplacar la ira de Tupá, es necesario sacrificar la vida de uno de sus hijos.
Entonces salió un guerrero joven que exclamó se ofreció voluntario para el sacrificio.
Lloraron todos, intentaron hacerle desistir, pero el joven mantuvo su decisión inquebrantable.
El rubichá no tuvo más remedio que aceptar el sacrificio de aquel joven, cuya vida podría ser tan útil. Caminaron hasta un sitio despoblado de árboles, cavaron una fosa y en ella tomó el joven su voluntaria sepultura. La tierra, fuertemente apisonada lo cubrió totalmente, dejando sólo fuera la nariz del infortunado.
Al momento se vió llegar una tormenta en el horizonte, que vertiginosamente descendió sobre la selva. Luego comenzó a llover de forma dulce y abundante y así se mantuvo durante toda la noche. El milagro se había cumplido.
Al día siguiente la tribu se dirigió al lugar del sacrificio del joven guerrero para dar gracias. Y encontrarron que en el mismo lugar, donde el día antes asomara la nariz, había brotado una planta de largas hojas verdes entre las que asomaban espigas con granos de oro.
Era el maíz, y le llamaron "abati ", que quiere decir "Nariz de indio".


... os dejo un poco de música, ya que estamos, palabra y ritmos de Los Chikos del Maíz. Casi dura lo mismo que la preparación.






Y ahora vamos a por la receta, para cuya elaboración necesitaremos:


2 mazorcas de maíz, ya cocidas
40 g de margarina o mantequilla
1/2 cucharita de postre de sal
1/2 cucharita de pimienta negra molida
1/3 cucharita de semillas de cilantro molidas
1 guindilla molida
dos gajos de limón
Queso feta desmigado o queso emmmenthal rallado (al gusto, son dos opciones diferentes)
Aceite de oliva virgen




En un cazo pequeño derretimos la mantequilla o la margarina y justo al punto en el que arranca a hervir la apartamos del fuego, y vertemos en un pequeño bol en el que tendremos la sal, la pimienta, el cilantro y la guindilla. Mezclamos bien y reservamos un momento mientras doramos las mazorcas en una sartén con un poquito de aceite de oliva a fuego medio-suave, que no se nos queme el aceite; vamos dando vuelta a las mazorvas hasta que adquieran un suave dorado todo alrededor y entonces añadimos el preparado de mantequilla con especias, dejando al fuego dos minutos más, girando las mazoras para que se embadurnen con el aderezo y tomen su sabor. Pasamos a un plato y espolvoreamos con el queso. Servimos inmediatamente, acompañadas de los gajos de limón que exprimiremos por encima justo al comerlas.
                 

Una receta sencilla y rápida, llena de sabor...






























sábado, 31 de mayo de 2014

Pan Brié... Bake the Normandie!









No sé por dónde empezar, aún tengo la cabeza persiguiendo el aroma que ha dejado en la casa la propuesta de “Bake The World” para este mayo que ya se escapa a toda velocidad, aunque lo cierto es que no voy a quejarme de esta semana fresca y gris que ha tocado techo con la última hornada... Pain brié!





            Cuando llegó a mi bandeja de entrada y fui pinchando enlaces se me abrieron los ojos como platos y ya no podía dejar de darle vueltas, leí y releí, imaginé, anoté y al final me decidí por seguir la receta de Normandie Heritage, con algún “ligero” cambio a partir de ideas entresacadas de aquí y allá y que, me parecía, completaban la elaboración. Por fin, metida en harinas y disfrutando del amasado, pasó el tiempo de espera (hacer pan tiene lo que tiene: la paciencia es un ingrediente importante y se aprende muy bien a gestionarlo cuando te lanzas a panear) y pudimos saborear nuestro pan brié. Una delicia, miga suave y compacta, con olor a pan que deja escapar un ligero aroma a mantequilla, la corteza no ha quedado tan gruesa como esperaba, creo que ha sido el pago de la novatada y será la excusa perfecta para hacer otro y dar buena cuenta de él al más puro estilo normando ¡con langostinos! (los que coman bichos) o con una buena mantequilla casera (para los que no los coman -los bichos-, o sea, yo misma). Aunque también podemos llegar a una sencilla propuesta como un tostado ligero y un buen aceite del Somontano... y habrá que ir pensando en el vino ¿alguna sugerencia? Os contaré lo que vayamos probando.



Ingredientes:



Masa madre

450 g de harina de fuerza
8 g de levadura fresca
300 ml de agua



Masa

200 g de harina de fuerza
5 g de levadura fresca
30 g de mantequilla
10 g de sal fina
45 ml de agua
















Preparación:

            Para la masa madre calentamos el agua a 20º-30º y diluímos en ella la levadura. Agregamos el agua a la harina, que tendremos ya colocada en un recipiente o bol grande donde poder mezclar bien. Mezclamos y amasamos hasta tener una masa homogénea y flexible. Tapamos y dejamos fermentar 8 horas a temperatura cálida. Podemos hacerlo por la noche y elaborar el pan a la mañana siguiente o por la mañana y elaborarlo por la tarde (esto es lo que hice yo para probarlo en el desayuno).






            Templamos los 45 ml de agua y disolvemos la levadura, lo añadimos a la harina junto con la mantequilla bien blanda y en trocitos, mezclamos bien y lo agregamos a la masa madre, en este momento añadimos la sal. Comenzamos ahora el amasado, el objetivo es que la masa no acumule aire: sobre la mesa amasamos con el rodillo, amasamos a mano, plegamos y dejamos reposar 5 minutos, repetimos el proceso dos o tres veces (en total no ocupará unos 30 minutos) hasta obtener una masa ligera y homogénea, suave al tacto, boleamos y dejamos levar una hora en un recipiente, bien tapado. Pasado el tiempo sacamos la bola, damos forma a nuestro pan, alargado pero rechoncho, tapamos con el paño y dejamos fermentar otra hora.
            Calentamos el horno a 250º, espolvoreamos la plaza del horno con harina, colocamos encima nuestro pan y le hacemos a lo largo tres o cinco cortes de medio centímetro de profundidad con una cuchilla, cúter o cuchillo fino, pasamos al horno, en cuyo fondo colocaremos un recipiente con agua, y horneamos 5 minutos a 250ºC y 15 minutos a 230ºC, Una vez pasado el tiempo apagamos el horno y abrimos un poco la puerta, dejando que pierda temperatura unos 10 o 15 minutos, pasados los cuales sacamos nuestro pan brié y dejamos enfriar completamente sobre una rejilla.






Bueno... ya sólo queda rebanar y disfrutar.




viernes, 30 de mayo de 2014

Ensalada de garbanzos con aliño de encurtidos





             Bueno, para ir sobreviviendo a estos días desapacibles (a ratos) una ensalada de garbanzos es ideal si se trata de alimentarse con constundencia sin sudar la gota gorda, y así pasamos de la cuchara al tenedor y no olvidamos las legumbres ni siquera en verano, pues son ingrediente importante en una dieta sana y variada...  además vais a ver cómo se prepara en un santiamén. Es una ensalada que con un buen postre resuelve una comida sin mayor problema y la mayoría de los ingredientes suelen estar en casa.

            Ya sé que hace poco subí otra ensalada de garbanzos, pero estaba tan rica esta también que sólo me ha faltado que el amigo Paco me pidiese la receta a través del "feisbuc" para decidirme a compartirla con todos los amigos del Klibanos.  Probad a prepararla también con judías blancas o con lentejas y no temáis añadirle arroz o trigo (versión bulgur).

Necesitamos:

700 g de garbanzos cocidos
1 cebolla dulce mediana
1 pepino pequeño
3 tomates pera pequeños
canónigos
1 manojo de perejil
Sésamo
Aliño verde de encurtidos*
Tabasco (opcional)


Preparamos nuestra ensalda:

Pelamos y cortamos en pequeños cuadritos las hortalizas (brunoise) y los ponemos en un bol grande o ensaladera junto con los garbanzos escurridos y a temperatura ambiente, mezclamos bien. Añadimos unas tres cucharadas soperas del aliño de encurtidos y mezclamos. Junto con el aliño podemos echar unas gotas de tabasco si nos gusta picante. Cuando ya lo tenemos de nuevo bien mezclado espolvoreamos con abundante perejil picado y repartimos la ensalada de garbanzos en los platos sobre una cama de canónigos. Terminamos salpicando con sésamo blanco tostado y con un chorrito de aceite de oliva virgen extra. A mí esta ensalada me gusta a temperatura ambiente, pero podemos prepararla con antelación y reservarla en la nevera al menos un par de horas para que esté bien fría, antes de servirla.



* Para el aliño de encurtidos pornemos en el vaso de la batidora dos pepinillos en vinagre, un par de cucharadas de alcaparras, un ajo pelado, una cucharada de acitunas verdes sin hueso, tres o cuatro cebollitas en vinagre y una guindilla verde en vinagre. Trituramos , salpimentamos y emulsionamos en un bol o en un tarro con aceite de oliva virgen. Se conserva en la nevera. Las cantidades son orientativas y podemos variarlas al gusto, hasta dar con el aliño que mejor se ajuste a nuestro paladar.




¡Buen provecho!






jueves, 22 de mayo de 2014

Habas guisadas... y alguien cercano.

           



            Uno de los platos favoritos de mi padre eran las habas a la catalana, que preparaba con auténtica devoción y maestría, tanta que logró que me gustasen ya en mi más tierna infancia y eso que no era yo quien hiciese fiestas por un plato de legumbres, venía a ser todo lo contrario (creo que es un mal que afecta a gran número de niños), pero aprendí a quererlas y disfrutarlas. Tras las habas vinieron los garbanzos, las lentejas y mucho mucho mucho más tarde las judías blancas; y a estas alturas me declaro fan incondicional de cualquier legumbre y casi en cualquier presentación con el único requerimiento de la ausencia de producto animal en la elaboración (salvo el huevo o algún queso, si es menester).

            Vuelvo a las habas y las traigo al Klibanos en versión vegetariana para caldear un día fresco de primavera y hacer un pequeño homenaje a mi padre, que entre otras cosas fue un gran cocinero y me enseñó no sólo a comer sino también a meterme en la cocina sin miedo, a valorar la cocina tradicional, a saber ver la grandeza de lo sencillo, a descubrir y probar nuevos ingredientes, a atreverme con determinadas preparaciones y sobre todo a compartir todas esas cosas. Hoy he preparado estas Habas Guisadas a partir de productos sencillos y cercanos, algunos muy cercanos, porque quien me ató un delantal por primera vez era tan cercano que, aunque ya no está, sigue aquí.




            Bueno, pues el impulso para este guiso de habas fue cosa de Nayma -que nos regala el paladar con unas couscous de viernes que están de muerte fulminante-, una generosa amiga con huerta muy productiva en cualquier temporada, que se presentó con una bolsa de habas el fin de semana; así que después de pasarse la mami un rato largo desgranando nos encontramos con 1 kilo de habas limpias esperando pasar a la olla, qué maravilla, hace ya unos años que no comíamos unas habas guisadas y se nos hacía la boca agua con sólo imaginarlas...



1 kg de habas limpias
350 g de tomates maduros
250g de cebolla
2 dientes de ajo
2 pimientos choriceros secos
Pimentón ahumado
1/2 guindilla
3/4 l de caldo de verduras
1/2 vasito de vino tinto
1 ramita de tomillo
1 hoja de laurel
Un manojito de hierbabuena o menta
Aceite de oliva virgen
Sal
1 cucharadita de fécula de maíz o de patata (opcional)




En una olla de fondo grueso sofreímos despacito la cebolla picada y un ajo picado menudo, cuando la cebolla esté transparente y comience a dorarse ligeramente por los bordes agregamos el tomate rallado (o pelado y triturado groseramente), sofreímos dando unas vueltas para que se pierda el exceso de agua del tomate y cuando ya suene a que se está friendo incorporamos el otro ajo majado y una cucharadita de pimentón ahumado, la guindilla picada y, después de remover rápidamente para que no se nos queme, añadimos el vino, las habas, lo dos pimientos choriceros troceados menudos, revolvemos bien, echamos el tomillo y el laurel y cubrimos con el caldo de verduras, llevamos a ebullición, sazonamos, y dejamos cocer a fuego muy suave hasta que estén tiernas. Casi al final de la cocción probamos la salsa, rectificamos de sal si es necesario y echamos la hierbabuena picada. Si no nos gusta clarito, podemos ligar el guiso disolviendo una cucharadita de fécula de maíz o de patata en un poquito de agua e incorporándolo removiendo bien pero con delicadeza.









miércoles, 7 de mayo de 2014

Crespillos de borraja... del Somontano o del Sobrarbe, pero crespillos.










      Los crespillos son una laminería muy nuestra, recuerdo que nuestra querida tía Presen nos traía todos los años, cuando arrancaba la primavera... y eran una auténtica delicia. Afortunadamente, como dulce de celebración, han seguido preparándose en muchos hogares y no se han quedado medio perdidos en los recuerdos de infancia. Pero bueno, al grano, que se me quema el aceite. Los crespillos son nada más y nada menos que hojas tiernas de borraja rebozadas, fritas y azucaradas, dicho así pueden no parecer gran cosa pero están riquísimos, aunque ahora se hacen a lo largo de la primavera, tradicionalmente, en Somontano y en Sobrarbe se preparaban para festejar la Encarnación, el 25 de marzo, con una más que curiosa y lucrativa intención: “para que se empreñen las oliveras”, ahí es nada, todos al monte o a la huerta a por hojas de borraja para ponernos tibios de crespillos y así asegurarnos una buena cosecha de olivas que nos conformen el plato o nos lo rieguen con el oro líquido que enriquece nuestras comidas y nuestra salud.

      Por eso, por todo eso, y porque en Barbastro lo celebramos con el “Dïa del Crespillo” (el domingo más próximo al 25 de marzo) -prometo reportaje en el Klibanos para el año próximo- y porque son una de las cosas que hay que probar en esta vida (en las siguientes a saber qué nos espera) … a lo que iba, por eso traigo aquí la receta, para que si estáis lejos del Somontano no perdáis ocasión de probarlos y si ya además os animáis a venir para el Día del Crespillo (para no perder la ocasión de una comparativa jejeje) eso será el no va más.

      Nunca supe cómo los preparaba tía Presen, seguro que se bajó la receta de su querido Mediano, injustamente cubierto por las aguas del río Cinca (aunque esta es otra historia),  pero cuando comencé a preguntar por la masa vi que había diferencias ya no entre el Somontano y el Sobrarbe, sino de una casa a otra, pero básicamente harina, huevos y líquido (leche o cocimiento), aunque hay quien prescinde del líquido y lo deja en huevos y harina. Tras mis pesquisas y ensayos con variados resultados venía preparando crespillos de vez en cuando pero este año decidí que tenía que dar con una fórmula que se convirtiese en la definitiva de nuestra casa, reuní mis notas, consulté un par de libros, pregunté un poco por aquí y por allá e hice un último ensayo, me busqué algún catador extra que sumase opinión y aquí vienen los resultados. En casa empate a dos, y un voto en blanco, la cata extra votó por Somontano, con lo que me tocará seguir haciendo de unos y otros, jajajaja, así todos contentos. 



      Los crepillos no tienen más misterio que el lavar y dejar secar bien las hojas frescas y tiernas de borraja, yo procuro que tengan hasta un tamaño máximo de 10 -12 cm, dejándoles un poquito de pedúnculo para manejarlas durante el rebozado. 





Crespillos del Somontano
(para unas 35-40 hojas)

150 g de harina
75 g de azúcar
1 huevo L
leche
Azúcar para espolvorear.

Preparamos una masa batiendo el huevo von el azúcar, mezclando sin parar de batir con la harina y añadiendo la cantidad de leche necesaria para conseguir una pasta bastante líquida, como una natilla clarita. Pasamos las hojas de una en una por la masa, sacudiendo un poco para que escurran el exceso y las ponemos a freir en una sartén honda con abundante aceite bien cliente. Dejamos dorar por ambos lados, sacamos, escurrimos y colocamos sobre papel de cocina que absorb bien el aceite. Después se van colocando en una fuente o plato grande bien espolvoreados con azúcar.


Crespillos de Sobrarbe
(para unas 35-40 hojas)

Cocimiento
una cucharada de semillas de anís
1 rama de canela
la cáscara de 1/2 limón (sólo la piel amarilla)
la cáscara de 1/2 naranja (sólo la piel naranja)
1/2 litro de agua
1 huevo L
150 g de harina
Azúcar para rebozar los crepillos.



Preparamos primero el cocimiento: ponemos al fuego, en un cazo, el agua con el resto de ingredientes del cocimiento y dejamos hervir a guego medio uns diez minutos, apartamos y reservamos tapado hasta que esté frío o sólo ligeramente templado. Batimos la yema del huevo por una lado, le añadimos la harina y luego la clara batida hasta que esté blanca y espumosa pero sin montar. Agregamos removiendo el cocimiento hasta obtener una consistencia de masa clara y ligera. Rebozamos las hojas, freímos en aceite bien caliente, escurrimos y pasamos por azúcar


Y ahora ya sólo queda disfrutar de unos crepillos recién hechos... uhmmmmmmm.





Ensalada de Garbanzos, queso Feta y Remolacha... entre otras cosas.

         






      Ya sé que es un poco tarde, que las doce y pico de la noche no son horas, pero tenía la imperiosa necesidad de subir al Klibanos una ensalada, que el calor se nos ha presentado como de golpe (no sé cuánto durará) pero aún hay que hacerse con una buena dosis de energía para combatir la astenia primaveral que todavía nos acompaña, o para aguantar el tirón de fin de curso, o para simplemente alimentarnos bien sin sumar calorías vacías... vamos, una ensalada completa que pueda funcionar como plato único bien rematado con un antes o un después de fruta (por ejemplo, y en el orden que a cada cual convenga), y tal vez guarnecido con alguna tostadita de buen pan, cortado en rodaja fina y frotada ligeramente con ajo, espolvoreada con una pizca de sal y un generoso hilo de buen aceite, por sugerir algo más si creemos necesario reforzar nuestro menú.


Es realmente sencilla y rápida de preparar así que no hay que dudar y a por ella...




Ingredientes:

500 g de garbanzos hervidos
1 cebolla morada
1 pimiento verde
1/2 pepino
1 remolacha
2 cucharadas de aceitunas de Aragón
Unas ramitas de perejil
150 g de Queso feta
1 yogur bio, o uno griego
Aceite de oliva virgen
1 chucharada de cúrcuma
1 cucharadita de pimienta molida
sal




Preparación:

En una ensaladera colocamos la remolacha cocida, pelada y escurrida, y cortada en cubos de 1 cm, la cebolla en medias plumas finas, el pepino bien lavado, groseramente pelado, despepitado y cortado a dados de 1 cm de lado, el pimiento también troceado en cuadros y el queso feta troceado groseramente y desmenuzado los garbanzos hervidos y escurridos a temperatura ambiente, y las aceitunas. Salpimentamos un poco y reservamos en la nevera sin mezclar.

En un bol ponemos el yogur, la cúrcuma la sal y la pimienta y vamos removiendo con el batidor de varillas a la vez que vertemos el aceite en hilo fino y constante para que quede bien emulsionado. Reservamos en la nevera.

En el momento de servir vertemos la salsa de manera que nos quede bastante bien repartida sobre la ensalada y con una espátula o cuchara ancha removemos con delicadeza y decisión, en distintas direcciones, para que se mezcle en el menor tiempo posible (y para evitar que la remolacha tiña la ensalada y la deje completamente rosa). Emplatamos y terminamos con una ramita de perejil o espolvoreando con el perejil bien picado. 


¡ Buen provecho !


jueves, 1 de mayo de 2014

Pizza de primavera para “Bake the World”






... qué decir de la convocatoria de “Bake the World” para este mes, ¡Pizza! No podía creerlo, en casa tenemos instalada la festividad de San Viernes Pizzero y de vez en cuando, durante esos días en los que por el motivo que sea los horarios no apuran, la pizza se hace en casa, toda ella, desde la masa hasta las recreaciones o creaciones... durante el verano lo tenemos fácil porque la huerta de Barbastro es generosa y “sabrosa”, en otras temporadas nos lanzamos más a quesos, setas, … y hemos conseguido una pequeña lista de especialidades de la casa que no están nada mal. Cierto es que solemos hacer una masa ligeramente gruesa de miga esponjosa y bien aderezada, en formato rectangular XXL (bandeja de horno, a medida), pero de vez en cuando una masa fina y crujiente es un lujo que nos permitimos por aquello de variar, aunque cuesta más trabajo porque la primera la amasamos con la panificadora y la segunda la trabajamos a mano y con devoción.

Así que el reto del mes nos animó a buscar algo nuevo, de casa pero un poco diferente a lo que solemos preparar cuando decidimos enharinarnos para pizzear: lo primero fue decidir que iba a ser masa fina y crujiente y lo segundo un “relleno” ligero pero sabroso, para poder hacer de ella un plato de fiesta de primavera. Y con las vacaciones de Semana Santa tenía tiempo de atarme el delantal y disfrutar de los tiempos de elaboración... esos tiempos en los que la cabeza va un poquito más allá del mero seguimiento de una receta. El resultado fue una pizza fina, sabrosa y estilosamente plástica.
Y podemos hacerla en versión mini para abrir boca (son las de las primeras fotos) o en versión plato único y ensalada , que es la que os pongo en la receta (última foto de pizza a la que si me descuido no hago foto porque estaba irresistible)

Nota: Tres de los ingredientes del relleno de la pizza pueden ser caseros, con lo que nuestro plato gana en valor y amor (además de salud) el queso fresco de cabra, el pesto y las aceitunas de Aragón



Ingredientes

            Para la masa
1/2 kg de harina
1/2 kg de harina de fuerza
1/2 l de agua
60 g de levadura fresca
50 ml de agua tibia
50 ml de aceite de oliva virgen
20 g de sal

             Para el relleno
6 alcachofas con tallo (o sin él)
10 cucharadas de tomate concentrado
3 quesos frescos de cabra caseros
3 bolas de mozarella
aceitunas de Aragón
Sal maldon
Pesto



            Diluir en unos 50 ml de agua ligeramente tibia la levadura y echarla sobre la harina que tendremos preparada y mezclada en un bol grande. Mezclamos con la mano y añadimos el medio litro de agua, mezclamos bien durante cinco minutos, agregamos la sal, amasamos siete minutos más; añadimos el aceite y seguimos amasando durante otros siete minutos. Ha de quedar una masa bien ligada, homogénea y lisa, si no sucede así podemos añadir unos 50 ml más de agua. Dejamos reposar la masa en la nevera una horas, un minimo de cuatro y un máximo de 24 (la dejo 24 horas), bien tapada con film plástico de cocina para que no se seque, pero que le permita crecer. Hay que sacarla del frío una hora antes del momento de continuar con la preparación para poder trabajarla mejor.

Ahora, ya con la masa reposada y de nuevo atemperada, encendemos el horno y lo calentamos a 220º, dejando dentro la placa en la que vamos a cocer las pizzas.

Limpiamos las alcachofas, eliminando las hojas exteriores duras y las cortamos longitudinalmente en láminas de unos 5 milímetros, las reservamos en un bol con agua fria y zumo de limón. Cortamos en rodajas las bolas de mozzarella y desmenuzamos el queso de cabra fresco con un tenedor.

Dividimos la masa en 8 o 10 bolas y las estiramos a mano, con delicadeza y decisión, nos costará un poco porque la masa es muy elástica y tiende a volver a su boluda forma, pero al final ganamos nosotros, las vamos poniendo cada una sobre un cuadrado de papel de horno.

Sobre la masa estirada, con un pincel de cocina, damos unos brochazos cargados de tomate concentrado, ponemos encima unas rodajas finas de mozarella y, sobre ellas repartimos láminas de alcachofa (tres o cuatro por pizza), repartimos el queso de cabra, unas aceitunas de Aragón, rociamos con un hilo de aceite y "salpicamos" unas escamas de sal maldon o, en su defecto, sal gruesa.


.
Pasamos las pizzas a la placa que tenemos en el interior del horno (de dos en dos, porque en la placa no caben más) y horneamos unos 10 o 15 minutos. Al sacarlas aderezamos con el pesto, repartiendo con generosidad sobre las alcachofas y el queso. Mantenemos calientes hasta que tengamos preparadas las restantes. O bien las partimos y vamos comiendo a la vez que horneamos, eso ya depende de las ganas que tengamos de andar levantándonos de la mesa.

Yo no he cocinado antes las alcachofas porque me gustan un poco crujientes y que las puntas se tuesten, pero se pueden hacer un poquito en la sartén o plancha, con un poco de aceite si gustan más cocidas.

Resulta una pizza diferente por ligera y sabrosa... y, si no tenéis problema con el ajo, sed generosos con el pesto.




Esta es parte de nuestra primavera... por fin dejamos el balcón abierto un ratito y ya hay quien aprovecha para tomar el sol.








jueves, 24 de abril de 2014

Buñuelos de Amaranto y Tofu










El Amaranto es símbolo de la inmortalidad en muchas culturas precolombinas:  las flores del amaranto de cualquier especie después de cortadas duran mucho tiempo y no pierden el color, incluso adquieren un aspecto más delicado y bonito por lo cual eran utilizadas antiguamente para adornar las tumbas y simbolizaban la inmortalidad.

Flores del Amaranto



Sobre la planta del amaranto, su valor nutricional, sus propiedades y demás hay cada vez más información en la red, y además de haber experimentado un cierto auge en la cocina tiene el honor de ser el cultivo que ha puesto las "peras al cuarto" a la todopoderosa Monsanto, lo cual le hace acreedora de mayor mérito si cabe, así que al final de la entrada os dejaré unos enlaces recolectados en un paseo por tierras virtuales para que llegue a todos el acopio de sus virtudes. (Si voy encontrando novedades iré editando y añadiendo, a modo de webgrafia, por lo que agradeceré sobremanera si me hacéis llegar noticias para ir añadiéndolas)






No sé si estos buñuelos nos harán inmortales, pero sí puedo asegurar que están muy ricos y, aunque no soy de mucha fritura, de vez en cuando pueden alegrarnos una comida y sólo necesitarán de una buena ensaladan para completar la mesa.


Ingredientes:

3 tazas de agua
1 taza de amaranto
3 huevos
1,5 tazas de harina de arroz
1/2 taza de tofu picado o chafado con el tenedor
1/2 taza de perejil fresco picado
2 cucharaditas de bicarbonato 


Preparación:

Cocinar el amaranto, despues de haberlo lavado bien, en el agua sin sal hasta que esté blando: para cocer el amaranto ponemos al fuego el triple de agua que de grano, destapado, y cuando comience a hervir tapamos y dejamos a fuego suave-medio (que no se pare el hervor) durante 25 minutos, hasta que absorba todo el agua. Entonces apartamos del fuego y dejamos reposar tapado 10 minutos.
Poner a calentar abundante aceite de oliva suave en una sartén de paredes altas o en la freidora. Batir los huevos, primero las claras hasta que estén bien blancas y luego mezclarles las yemas, agragar el amaranto bien escurrido, el tofu, el perejil y la harina mezclada con el bicarbonato. Mezclar bien e ir friendo cucharadas de la mezcla en el aceite bien caliente, pero con cuidado de que no se nos queme. Dorar bien los buñuelos, escurrirlos y colocarlos sobre papel de cocina, que absorba el aceite. Servir inmediatamente, calientes, acompañados con una salsa preparada con yogur griego (unos 200 ml) al que le añadimos la cantidad de aliño de cúrcuma que nos guste, unas cuatro cucharadas soperas. Podemos esporvorearlos con alguna especia que nos guste, como curry, pimentón ahumado, pimienta, etc., pincharlos con brochetas o tenedor y untarlos en la salsa. Otra opción, para un día de esos en los que se necesita un buen suplemento sano y energétic, es servirlos para completar un plato de legumbres... quedan impresionantes rematando unas buenas lentejas encebolladas. 






Para saber mucho sobre el amaranto empieza por estos enlaces...