martes, 4 de diciembre de 2012

Calabaza especiada para el horno de Leonardo.

"Bodegón con cesta y calabaza" Van der Hamen, 1629



             La calabaza, y el resto de cucurbitáceas, llegó a Europa desde la Indias (América) y llegaron para quedarse. La facilidad de su cultivo debió favorecer una temprana expansión, pues ya Leonardo da Vinci las cita en una nota de sus apuntes de cocina, en el famoso Codex Romanoff nos dice sobre ellas
      
      “Cuando en el verano está aún joven y tierna, antes de que se torne en la cosa monstruosa e hinchada en la que puede transformarse (y yo he visto con mis propios ojos algunas que medían 3m de longitud), ha de ser pelada y cortada en largas rodajas que se secan al sol y luego pueden usarse como alimento o como adorno para las mesas en invierno”

            Supongo que Leonardo se refiere aquí a los calabacines, de todas formas no era todavía muy amplia opción culinaria de la calabaza, con lo que probablemente, si hubiera probado esta receta que le dedicamos la habría incluído en su “códice” (además, al parecer era vegetariano... le habría venido de maravilla)


Va por Leonardo...


Una calabaza
Una cucharada de cúrcuma
Cuatro cayenas molidas
Una cucharadita (de café) de pimienta
Una cucharada de canela molida
Una cucharadita (de café) de sal
Ralladura de piel de naranja
Medio vaso de aceite de oliva



Encendemos el horno a 200º y, mientras éste se calienta, en un bol mezclamos las especias con la sal y el aceite.

Cortamos la calabaza longitudinalmente en “rajas”, como si fuese un melón. Reservamos las semillas, que podemos guardar bien lavadas y secas para otras recetas o para tostarlas con un poquito de sal. Colocamos las prociones de calabaza en la bandeja del horno.

Armados con un pincel, y con todo el arte de Leonardo, pintamos a conciencia la calabaza con el aceite especiado, le damos varias capas, y podremos apreciar cómo la técnica pictórica de la veladura, que tanto se desarrolló en el Renacimiento especialmente a partir de la difusión del óleo, es aplicable a la coquinaria... seguro que el de Vinci lo tuvo en cuenta. A lo que íbamos, pintamos la calabaza hasta terminar con el aceite y, si el horno ya ha alcanzado la temperatura marcada, metemos la calabaza y la dejamos cocer hasta que esté tierna.
Servimos caliente, templado o a temperatura ambiente... a mí me gusta calentita pero sin quemar, espovoreadas con ralladura de naranja. El dulce de la calabaza revestido del aroma de la cúrcuma y la canela, el acento colorista de la pimienta y la expresión de las cayenas convierten este plato, tan sencillo de preparar, en una obra digna de la mesa más exigente.

Incluso si nuestro paladar no es amigo de los sabores picantes, puede prepararse con una combinación de especias más suave, aquí ya entra el gusto de cada uno y la emoción de ir probando.




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